UN
RELATO NADA COMÚN...
Entre el grupo de amistades que he hecho a través de los años
mediante el noble hobby de la radioafición se
cuenta
Jerome Waldref, W6DMJ, con quien sostuve una serie de QSOs en 28
MHz. AM en la década de 1950.
Jerome Watdref W6DMJ
en su estación en 1950, de acuerdo a la fotografía que enviara al
autor con su OSL en aquella época.
Unos años después
tuve la gran sorpresa de recibir un llamado telefónico a mi QTH
desde el "Hotel Continental" en Buenos Aires, hecho por el
propio W6DMJ en persona; había llegado a la Argentina en un viaje
relámpago y quería conocerme personalmente.
Naturalmente, acompañé a W6DMJ a conocer los lugares más destacados
de la Capital Federal y alrededores. La noche de su despedida del
país, mientras cenábamos en el restaurante del hotel, comenzó a
contarme algunas anécdotas y relatos de su vida, pero el más extraño
e interesante que escuché de los labios de Jerome es el que voy a
dar a conocer ahora.
Usted sabe, Doc, que en mis años pasados como radioaficionado he
pasado por momentos increíbles e inolvidables, pero uno de los
mejores de ellos fue cuando un vecino mío en California. W6…, me
llamó por línea invitándome a conocer su nuevo receptor de
comunicaciones. Realmente no había tenido mucha amistad con mi
vecino, pero siempre resultó ser un tipo decente, tratando de no
operar en la misma banda donde yo estaba trabajando, etc.
Actualmente está
activo en 14 MHz., y desde que últimamente las condiciones no
estaban muy buenas que digamos, supuse que quería charlar mano a
mano.
Luego de haber pasado un rato tomando cerveza con el amigo,
inspeccionado su estación, observando algunos de sus QSLs y deseando
que mi total de países en el DXCC fuera tan elevado como el suyo, se
le iluminaron sus ojos y comenzó a hacerme confidencias.
"Usted bien conoce, amigo Jerome, que en mis largos años como
radioaficionado he vivido experiencias inolvidables. Una de ellas,
que me sucediera hace unos veinticinco años en una pequeña isla del
Pacífico, la conservo imborrable en mi mente y es la primera vez que
la cuento a un colega, ya que hace tantos años que ha sucedido que
nadie se va a resentir por lo pasado."
"Un W joven como usted, Jerome, no habrá tenido experiencia previa
como radioaficionado antes de la II Guerra Mundial, pero puedo
manifestarle que la caza del DX era muy diferente en aquellos días.
El objetivo más
codiciado era el de poseer el certificado W.A.Z. (trabajadas todas
las zonas del globo). No había muchos radioaficionados que tuvieran
el certificado de marras y existía una verdadera competición por
trabajar algunas zonas asiáticas.
Llegó un momento en
que para poder comunicar con aquella famosa estación AC4YN, coloqué
una antena rómbica en el jardín de mi casa apuntada hacia el Tibet.
Demás está decir
que nunca pude trabajar esa estación, pero pasé las de Caín tratando
de hacerlo. Lo más cerca que llegué fue lograr comunicar un conjunto
notable para aquella época, de estaciones japonesas, que entonces
empleaban el prefijo J."
"Toda esta clase de actividad cesó bruscamente cuando se declaró la
guerra y al igual que otros tantos radioaficionados norteamericanos,
yo también me enrolé en el ejército e incorporado al Signal Corps me
destinaron, antes que pudiera contar hasta diez, al Pacífico Sur."
"Bueno, creo que
esto pasó en 1942, o quizás fue el comienzo de 1943, cuando comencé
a tener contacto con el enemigo. Parecía ser que existía una pequeña
isla situada a unos pocos kilómetros de nuestra posición, que los
japoneses empleaban como punto de observación para controlar e
informar todo el movimiento de nuestros barcos en el área.
Como la isla era
muy pequeña, quizás menos de 2 km cuadrados, solamente podría
contener, aparte de la radioestación, una reducida dotación."
"Para hacer esta larga narración más corta, dos compañeros y yo nos
ofrecimos como voluntarios para ir a dicha isla y anular el puesto
de observación nipón.
Bien; cuando
estábamos tratando de subir nuestro bote de goma sobre la arena, mis
dos compañeros sufrieron serias cortaduras en los píes debido a los
corales que había en la playa, quedando inutilizados hasta que
pudieran ser reembarcados al navío."
"Por supuesto, yo era mucho más joven que ahora y tenía poco sentido
común, y era mucho más bravo, o tonto; les dije a mis compañeros que
iría a inspeccionar el sitio y volvería en un par de horas. Habría
caminado aproximadamente unos cientos de metros dentro de la jungla,
cuando advertí un par de cables que habían sido colocados entre las
palmeras. Era realmente una línea bifilar abierta.
Seguí la misma con precaución hasta que llegué a un claro donde
había una choza de bambú. A través de una abertura se apreciaba una
mesa, un par de sillas y equipo de radio en operación. Me desplacé
hasta una posición conveniente y medité la situación. Había
únicamente una sola persona en el interior y como no me parecía muy
corpulento, sino que al revés, era flaco y pequeño, pensé que podría
resolver el problema por mis propias manos. Mi posición era tal, que
si el sujeto salía de la choza podría saltar sobre su cuello y
dominarlo sin contratiempos.
"Parecía que habían pasado como unas cinco horas, pero seguramente
fueron unos pocos minutos, cuando el japonés salió de la choza y se
acercó a mi lugar. Tomé mi cuchillo reglamentario y me lancé sobre
él, aterrizando sobre su cuerpo. Ya estaba por introducirle unas
cuantas pulgadas de acero en su estómago, cuando recibí la mayor
sorpresa de mi vida.
El nipón tenía una
revista en su mano derecha y era un ejemplar de QST. Bueno, fue tal
la sorpresa que dejé caer mi cuchillo y lo miré fijamente. Debimos
haber estado observándonos como locos por lo menos un par de
minutos. Luego, ¿sabe amigo Jerome que fue lo que le dije?"
¿Cual es su indicativo?"
"Parpadeó y luego respondió: J2..."
“Bien, lo había comunicado por lo menos media docena de veces en 20
metros CW. Su nombre era Iko. Su inglés no era malo y comenzamos a
charlar largo y tendido.
Yo sé que esto suena
a cosa de locos, pero no podría matar a un radioaficionado colega,
cuyo QSL está pegado contra la pared de mi cuarto de radio en
California. Algunas cosas son más importantes que la propia guerra."
"Bueno, antes de que pasaran muchos minutos, Iko había tomado una
botella de vino de arroz y me hablaba de los tiempos de nuestros
QSOs en 20 metros CW. Finalmente pude explicarle que colega o no,
vendrían tiempos muy bravos para él."
"Iko me contestó diciendo que era su último día en la isla, y que
sería recogido por un submarino dentro de unas pocas horas, ya que
estaba por desmantelar la radioestación en aquella isla.
Llegó a pedirme mi
ayuda para colocar sus equipos de radio en su balsa de goma. Me
pareció una buena idea pedirle a mi vez que me dejara un poco de
dinamita, así podía destrozar la choza luego de su ida, para dejar
las cosas rectas bajo el punto de vista militar."
"Nos saludamos con un apretón de manos, intercambiamos 73 y lo vi
empujar su balsa de goma con el remo hasta llegar al submarino,
hasta que éste desapareció en lontananza."
"El resto de la historia no tiene importancia, excepto que me dieron
una medalla por arrojo en la acción de la isla."
Terminado su relato, mi amigo californiano tomó dos nuevas latas
frías de cerveza de la heladera y me dijo:
"Bueno, Jerome, para terminar con este asunto quiero decirle que
anteayer trabajé un JA2… en 20 metros BLU y que era Iko. Realmente
me hizo sentirme satisfecho de que todo finalizara de esa manera."
Levantamos nuestros vasos y bebimos a la salud de JA2...
Jerome Watdref W6DMJ
en su estación en 1950, de acuerdo a la fotografía que enviara al
autor con su OSL en aquella época.
Créditos: Extraído
de la Revista QSP, Año 2, Mayo / Junio, Nº 21 – 22, Año 1981
https://sites.google.com/site/
ce4wjk/un-relato-nada-comun
Sección: Los Radioaficionados cuentan su historia
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